11. Período de asentamiento: 1201-1317. (Parte I: Construcción del hospital)
Durante los treinta primeros años de la Orden, cuando ésta todavía no disponía de rentas y beneficios territoriales, los freires no contaron con más recursos que los procedentes de las limosnas y los que les proporcionaban las gentes que les dejaban legados en sus testamentos.
Tres fueron las actividades a que se dedicaron los miembros de la Orden durante el primer período de su historia. Primeramente la construcción de la casa-hospital que debería albergarlos. En segundo lugar la colecta de limosnas que haría posible su supervivencia. Y finalmente, la ayuda militar que los primeros comendadores empezaron a prestar al reino en las empresas reconquistadoras del siglo XIII.
Según un inventario de 1576, el convento era de planta cuadrada, de unos 20 metros de lado, y sus paredes exteriores se alzaban a una altura de 12 metros aproximadamente. Entre ellas sobresalía una torre de homenaje 4 metros más alta, como atalaya para vigilar la costa. El recinto (compásere con el plano del castillo de Montesa) constaba de un patio y un claustro, con el dormitorio de freires a un lado de éste y la iglesia al otro, con 13 metros de largo por 6’30 de ancho. Y otras dependencias como la sala capitular, cocina, refectorio, etc. En pocos años, al menos la zona de residencia, debió estar ya en funcionamiento. El actual paraje se denomina “plana de sant Jordi”.
La repoblación de la zona que tanto interesaba a los monarcas desde Pedro II, parece ser que no tuvo éxito, pues no quedan indicios de ningún poblado, más bien sólo alguna vivienda del personal al servicio del castillo.
La Orden rápidamente haría uso de la concesión de colectar limosnas, ya que realmente estaba necesitada de esos recursos. Un documento informa que los cuestores se presentaban en las poblaciones, enarbolando una bandera con el distintivo de San Jorge, y en la plaza o en otro lugar asignado congregaban a los fieles, a los que exponían los milagros del santo y las indulgencias concedidas por los papas a los benefactores de la Orden, procediendo acto seguido a la colecta de limosnas. A veces esta tarea no fue fácil, siendo denunciados al monarca tanto faltas de los colectores, no siempre ciertas, como quejas contra los oficiales que les exigían tributos contra el privilegio.
Pedro II, a causa de su deficiente política económica, únicamente pudo efectuar una donación territorial a la Orden de San Jorge. Fue cuatro años después de fundar la Milicia, en mayo de 1205, cuando le concedió la villa de Bujaraloz en el reino de Aragón, con la condición de que los freires poblasen y mejorasen el lugar, y un presbítero rogase por él cada día. Bujaraloz, que incluía una viña en Pina, fue la primera propiedad territorial importante que recibió la Orden, al frente de la cual colocó un comendador. Pero sólo gozó de su propiedad veinticuatro años.
Los gastos que la Orden tuvo que afrontar para la construcción del hospital de Alfama debieron ser muy elevados. Las tierras áridas precisaron de algún tiempo para ser productivas y obtener de ellas lo necesario para el sustento de los freires. La Orden, durante los primeros años de existencia tuvo que pedir prestado dinero y trigo, y las deudas fueron aumentando con el tiempo. En 1229, la Orden tuvo que saldarlas, y decidieron que lo más útil sería vender Bujaraloz. La compró la priora del monasterio hospitalario de Sigena, donde yacían los restos de Pedro II.
Pocos años después de la fundación, la Orden recibió unas posesiones concedidas por Guillem de Cardona en Alcarrás, a 8 km de Lérida. Esta pequeña encomienda le proporcionó modestas rentas hasta que la perdió hacia el final de su existencia.
Imagen: restos del castillo de l'Ametlla de Mar.
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